Geralt de Rivia 06 - La Torre de la Golondrina by Sapkowski Andrzej

Geralt de Rivia 06 - La Torre de la Golondrina by Sapkowski Andrzej

autor:Sapkowski, Andrzej [Sapkowski, Andrzej]
Format: epub
editor: Saga del Geralt de Rivia
publicado: 2009-11-08T03:55:06+00:00


—¿Piensas? —Estoy seguro. Cabalga.

—¿Qué dirá la abuelilla cuando aparezca sin vosotros? —Se lo explicarás. No a Milva, sino a Regis. Regís sabrá lo que hay que hacer. Y nosotros... Cuando la cabellera de Cahir se pegue un poco más fuerte al cráneo, iremos a Toussaint. Allí os encontraremos de alguna mane ra. Venga, no pierdas tiempo, muchacha. Al caballo y en marcha. No dejes que se acerquen los que te persiguen. No permitas que te tengan a ojo.

—¡No enseñes a tu padre cómo se hacen los hijos! ¡Cuidaos! ¡Hasta la vista!

—Hasta la vista, Angouléme.

No se alejó demasiado del camino. No pudo negarse a echarles un vistazo a los perseguidores. Y en realidad no temía que aquéllos hicieran algo: sabía que no perderían tiempo, que irían detrás de Angouléme. La Torre de la Golondrina – Andrezj Sapkowsky 113

No se equivocó.

Los jinetes, que aparecieron por el paso poco menos d e cuarto de hora después, se detuvieron, es verdad, al ver al caballo tendido, gritaron un poco, discutieron, patearon los matojos que había al lado de la ruta, pero casi de inmediato renovaron la persecución por el camino, indudablemente consideraron que de los tres fugitivos dos iban ahora en un solo caballo y se les iba a poder atrapar pronto si no se perdía tiempo. Geralt vio que algunos de los caballos de los perseguidores tampoco estaban en un esta do especialmente bueno.

Entre los perseguidores no h abía demasiadas capas negras de la caba llería ligera nilfgaardiana, dominaban los multicolores bandoleros de Rui señor. Geralt no pudo distinguir si el propio Ruiseñor tomaba parte en la persecución o si se había quedado curando la cara desfigurada.

Cuando el tableteo de los perseguidores se fue debilitando, Geralt se levan tó de su escondrijo entre las cañas, alzó y sujetó a Cahir, que jadeaba y gemía.

—El caballo está demasiado débil para llevarte. ¿Vas a poder andar?

El nilfgaardiano emitió un sonido qu e podría haber sido tanto una afir mación como una negación. U otra cosa. Pero colocó los pies, y precisa mente de esto se trataba.

Entraron en el barranco hacia la corriente. Cahir superó los últimos pies de las resbaladizas rocas en un deslizarse no del todo voluntario. Se arrastró hasta el arroyo, bebió, se echó abundante agua helada sobre el vendaje de la cabeza. El brujo no le apresuró, él mismo respiró intensa mente, recolectando fuerzas.

Anduvo corriente arriba, sujetando a Cahir y, al mismo tiempo, tirando del caballo, chapoteando en el agua, tropezándose con los cantos rodados y los troncos desmochados. Cahir, al cabo de un tiempo, se negó a colabo rar, no ponía ya los pies en forma adecuada, dejó de moverlos en absoluto; el brujo, simplemente, lo a rrastró. No se podía seguir avanzando así, sobre todo porque el cauce del arroyo estaba obstaculizado por quebrados y por saltos de agua. Geralt jadeó, se echó al herido a la espalda. El ir tirando del caballo tampoco se lo hacía más fácil. Cuando por fin salieron del barranco, el brujo simplemente se derrumbó



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